Todos permanecían en silencio, unos
miraban al suelo, otros buscaban refugio en ojos de otros y, por supuesto, estaban
ellos dos. Ya había escuchado rumores acerca de aquellos hombres que miraban fijamente
al horizonte, como si hubieran esperado toda una vida por este momento. Se
comentaban que eran de la primera promoción, los primeros de pocos.
Durante esos minutos, lo único que
podíamos percibir, era el sonido embravecido, la frialdad y el aroma del mar.
En el fondo de mi ser, estaba seguro que en unos minutos, muchos de los hombres
que se mantenían de pie a mi lado, quizás ya no lo estarían. La niebla era
intensa, imposible visualizar lo que venía a pocos metros de distancia.
Nuestros cuerpos sintieron el
empuje que producía la aceleración de los pequeños botes que nos transportaban,
fue la sensación previa al combate que se aproximaba. El más joven del grupo,
quien era el más cercano al portón de descenso, no dejaba de temblar cuando uno
de los misteriosos hombres le tocó el hombro y lo hizo retroceder para tomar su
lugar, su compañero también se acercó a la salida, pensé que quizás eran cierto
los rumores, quizás aquellos dos hombres si eran descendientes de espartanos,
fuera verdad o no, fui testigo como esa pequeña acción motivó a varios del
grupo.
Nuestro capitán empezó a dar las órdenes
y el sonido de su voz se mezclaba con detonaciones en el mar. La niebla se
disipaba dejando ver pequeñas estructuras de contención en forma de equis sobre
las orillas francesas. El sonido del pito comenzó a sonar, la operación “overlord”
había comenzado y los soldados encargados giraron las manijas que abrían los
portones para que todos pudiéramos descender.
Fuimos recibidos por un enjambre
de balas proveniente de todas direcciones, muchos cuerpos caían sin siquiera
desembarcar. La sangre de mis compañeros me hizo resbalar sintiendo el golpe de
la caída sobre mi rostro. Rápidamente traté de recomponerme mientras observaba
a los “espartanos” avanzar, noté una marca sobre el cuello de uno de ellos “Pretorian-I
Program” pero el sonido de una explosión cerca a nosotros me distrajo. Sabía
que debía seguirlos por lo que limpie la sangre que brotaba de mi ceja y limpie
mi boca del agua que había tragado en una mezcla de sabores de sal y sangre.
Avanzaba torpemente, quizás por el peso del agua
en mi ropa o por el miedo que corría por mis venas, sin buscar una respuesta
exacta, trataba de avanzar sólo para detenerme cuando sentía el frío metal de
las estructuras metálicas que nos servían de protección. En medio de cuerpos mutilados,
atravesados por las balas enemigas y explosiones que hacían arder los cuerpos
de más compatriotas estaban los “pretorianos”, firmes como dioses guerreros,
haciendo honra a su marca y disparando con el objetivo de disipar el fuego alemán.
Las primeras filas de soldados aliados se fueron conformando, por primera vez
en el día sentí que teníamos posibilidades de avanzar, las costas de Normandía
serían nuestras.
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